Педро Лопес де Айала. Libro de la caza de las aves

Педро Лопес де Айала. Libro de la caza de las aves

(Отрывок)

Prólogo

Al muy honrado Padre y Señor Don Gonzalo de Mena, por la gracia de Dios Obispo de la muy noble ciudad de Burgos. Pero López de Ayala, vuestro humilde pariente y servidor se encomienda a la vuestra merced.

Señor, dice el filósofo Aristóteles en el octavo libro de las Éticas, en la Filosofía Moral, que a los verdaderos amigos, de buena y honesta amistad, no los separa la distancia de lugares; que quiere decir que por estar los amigos verdaderos alejados uno de otro y separados por luenga tierra, la verdadera y honesta amistad no se destruye entre ellos, antes está dura y firme en su valor.

Y Señor, hace gran tiempo que fui y estoy alejado de vuestra presencia y vista por largo espacio de tierra, empero siempre la vuestra buena y verdadera y honesta amistad tuvo siempre en mí todo su valor.

Y señor, como en las quejas y cuidados sea gran consuelo al paciente tener memoria de sus amigos, en consecuencia,

Señor, en la mi gran aflicción o queja que tomé desde algún tiempo acá en la prisión do estoy, tuvo por consuelo acordarme de vuestra verdadera amistad. Porque, según dice San Isidoro, cuando el hombre está en buen estado y seguro, la verdadera amistad hace las cosas más dulces que son. Y si el amigo está en tribulación, la buena y verdadera amistad pone en las cosas adversas y tristes, consuelo y gran alivio. Porque con el consuelo del amigo sostiénese el corazón del atribulado, y no puede caer.

Y como por muchas veces recibí alegría y consuelo de vos en la caza de las aves, en la que os tuve siempre por maestro y Señor; y por cuanto,

Señor, en esta arte y ciencia de la caza de las aves oí y vi muchas dudas, así en el razonar sobre los plumajes y condiciones y naturalezas de las aves; como en domesticarlas y ordenarlas para tomar las presas que deben y también, para curarlas cuando adolecen y son heridas. De esto vi algunos escritos que razonaban sobre ello, pero no concordaban unos con otros; también vi a muchos cazadores conversar sobre esto, y cada uno tenía su opinión, y por esto acordé trabajar, por no estar ocioso, en poner en este pequeño libro todo aquello que hallé más cierto, así por los libros como por las opiniones de los cazadores, según la experiencia que, de este hecho de caza, probé y vi.

Hecho este pequeño libro, acordé enviároslo, porque sois mi Señor y maestro, para que vos lo veáis y enmendéis y añadáis y mengüéis lo que a vuestra merced pluguiere. Porque aquella opinión que vos queráis y determinéis, aquella acepto.

Y en este libro tomaré este orden:

primeramente mostraré cuál fue la razón que movió a los hombres a la caza de las aves;

y después pondré capítulos ciertos de todo lo que aprendí y vi y oí en esta arte, así de los plumajes, como naturalezas y condiciones de las aves;

y después la práctica del halcón neblí, porque es el más noble y más gentil de todos;

igualmente, después, pondré las enfermedades y sus señales; y curas y remedios para ellas.

Y porque los servicios que el hombre ha de tomar de las cosas, deben ser honestos y con razón, acordaron, siempre, todos los sabios, que los hombres deben excusarse mucho de estar ociosos, porque es causa y achaque de pecar; porque no ocupándose el hombre en algunas cosas buenas y honestas, nácenle, en consecuencia, pensamientos en el corazón, de los cuales nace tristeza y mortificación; de tal tristeza viene escándalo y desesperanza que es raíz de toda perdición. Y también así como el ocio, según dicho habemos, traía estos daños y males al alma, así trae gran daño al cuerpo; que cuando el hombre está ocioso, sin hacer ejercicio y sin trabajar con el cuerpo y mudar de aires, fatíganse los humores y al cuerpo, consiguientemente, le recrecen dolencias y enfermedades.

Y por excusar estos daños, que vienen al alma y al cuerpo estando los hombres ociosos, procuraron aquellos que hubieron de criar hijos de los reyes y de los príncipes y grandes señores, tenerlos, con todo su poder, guardados de estar ociosos, y que trabajasen e hiciesen ejercicio por sus personas y cuerpos en algunas cosas buenas y honestas, con que tomasen placer sin pecado, sirviéndose y aprovechándose de las cosas que Dios crió e hizo para servicio del hombre, según dicho es. Y entre los muchos modos que buscaron y hallaron para esto, vieron, también, que estaba bien que los señores y príncipes anduviesen, algunas horas del día, en la mañana y en las tardes, por los campos, y mudasen de aire e hiciesen con sus cuerpos ejercicio.

Y, pues que así andaban por los campos, era necesario que hubiese conocedores en tal arte, que supiesen capturar aves bravas, y las domesticasen y amansasen, y las hiciesen ami gas y familiares del hombre; y después, con las tales aves tomasen las otras aves que andaban bravas y esquivas en el aire. Y que los tales maestros, para hacer esto, fuesen muy sutiles y muy conocedores de su arte, ya que es bastante sutileza y maravilla que por arte y sabiduría del hombre, un ave tome a otras a las que por su naturaleza nunca cazara, ni en la manera que se la hacen prender.

Así vemos que por arte y sabiduría del hombre, un halcón tagarote, toma una grulla que es ave muy grande y fea; también derriba el cisne y la avutarda y la cigüeña y el ánsar brava, y las embaraza en tal manera que un galgo traba de ellas y las contiene hasta que el cazador llega y las recoge.

Hay, también, otros bienes en la caza de las aves; una virtud que llama el filósofo en el cuarto libro de las Éticas,magnificencia que quiere decir grandeza o hechos de grandes señores; porque noble cosa es, y grandeza a un señor, tener halcones y azores y aves de caza en su casa; porque teniéndolas como se debe, parecen muy bien en las casas de los grandes señores y lo mismo en el campo delante de ellos, cuando cabalgan y van a ver tal caza. Por ello procuraron tener la tal caza de aves.

Y, pues que de ella es la materia del presente libro, pondré aquí el índice de los capítulos por los cuales podrán saber quienes de este arte tomaren placer, algunas cosas provechosas para su ayuda.

Capítulo I

De las aves que son llamadas de rapiña, así como azores, halcones y gavilanes, esmerejones y alcotanes
De cada día vieron los hombres cómo, naturalmente, unas aves toman a otras y se ceban y alimentan de ellas, y las tales aves son llamadas de rapiña: así como son águilas, azores, halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes y otras.

Y estas dichas aves, salvo el águila, nunca comen otra carne si no fuere de aves que ellas por sí toman y cazan; pero el águila cuando no puede tomar o cazar algún ave de las que acostumbra tomar o cazar, torna a tomar liebre, o conejo, o cordero pequeño, y aun viene al perro muerto, por la gran glotonería que en ella hay.

Y hay, también, otras aves que algunas veces se ceban de las aves que toman, pero comúnmente sus viandas son carnizas de bestias muertas, así como son los cuervos carniceros, que muchas veces toman aves vivas, pero su caza natural es carniza de bestias muertas y de aquello tienen su mantenimiento.

También hay otras aves que se cuentan entre las rapaces y toman y cazan aves vivas, e igualmente toman y se ceban de ratones y de tales cosas que se crían en la tierra; y entre ellas están las atahormas y budalones y aguiluchos.

En todas las aves de rapiña son mayores las hembras que los machos.

Y hay otras aves que su mantenimiento sólo es de carnizas, y no toman aves vivas, así como buitres, abantos, quebrantahuesos.

Hay otras aves que su mantenimiento es de carnizas, gusanos de la tierra y frutas, así como son cornejas, picazas, y otras.

También hay otras aves que su mantenimiento es de simientes, así como avutardas, grullas, perdices, palomas, tórtolas, pájaros.

Y también hay otras aves que su mantenimiento es de pescados, así como águila pescadora y alcatraces y otras aves de mar. Y hay otras aves que andan ribera de las aguas y su mantenimiento es peces menudos y gusanos de los que se crían en el agua y fuera, en las hierbas; son ánades, cisnes, ánsares bravas y otras.

Así pues, las hay de muchas maneras y diversidades y de diferentes alimentaciones, pero de todas las aves las más limpias son aquéllas que solamente se alimentan y mantienen de aves vivas, y cada vez que se quieren cebar toman ave viva, y desde que se han cebado de ella no cuidan de lo que queda y aunque al otro día lo hallen, no se preocupan sino de buscar y cazar otra ave viva para su comer. Y estos son azores y halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes.

Tales aves como éstas decidieron a aquéllos que esta arte hallaron, a tomarlas, amansarlas y hacerlas conocidas al hombre, y tomar con ellas las otras aves bravas, y no solamente tomar con ellas a aquellas aves y presas en aquella manera que la naturaleza les otorga; mas con el trabajo y sutileza del cazador, tómanse otras aves y presas, y por más extrañas formas que solían tomarlas. Así como el balcón toma la garza alta en las nubes, perdida de vista o toma la grulla yendo alta por el aire, y así otras aves, en muy extraña manera; lo que nunca tomaran si no fuese por la maestría y sutileza del cazador.

Por esta razón los señores y los que tomaron placer en tal caza buscaron hombres maestros y sabios y de buen tiento, y de gran paciencia para ordenar, y guardar, y cazar con las tales aves. Pues aunque los señores y aquéllos a quienes esta tal caza pluguiese, tuvieren gran placer en poseer tales aves, y cobrarlas, y poderlas tener, faltábales saberlas regir. Y supuesto que las tuviesen, como dicho habemos, y las supiesen regir y alimentar, faltábales saberlas curar y medicinar cuando adolecen y están heridas. Por esto decía Don Juan, hijo del Infante Don Manuel y Señor de Villena, que fue muy gran señor, y era muy cazador y muy ingenioso en esta ciencia de las aves, que gran diferencia había de querer cazar y ser maestro de caza, al saber regir y hacer las aves; y también que había gran diferencia de saber educar un ave, a saber curarla y ser buen cetrero, que quiere decir buen médico para ellas, y buen cirujano.

Consideremos estas tres cosas: primeramente querer cazar y tener gran voluntad de ello; lo segundo, saber hacer y ordenar que tomen tan extrañas aves y por tan desusada manera como hemos dicho; lo tercero, cuando su ave adoleciese o fuese herida, saberla curar. Y porque todas estas tres cosas son menester al buen cazador, hablaron de ello, de diferentes maneras, los que se complacían en esta caza, e hicieron algunos libros, cada uno según entendió y alcanzó su experiencia.

Y como dije en el comienzo, porque había diversas opiniones entre los cazadores, determiné reunir en este libro todo aquello que vi a grandes señores y muy cazadores que más cierto habían hallado, y púselo, sometiendo a la enmienda de los que más entendieron lo que yo oí a grandes señores y cazadores en muchas partes. Y también lo que dijeron algunos de ellos que no vi yo.

Primeramente en

Francia: al Duque de Borgoña y al Conde de Flandes y de Artois y al Conde de Tancarville, y en

Aragón: al Vizconde de Illa, y a don Pedro Jordán de Urríes, mayordomo mayor del Rey de Aragón; y a Don Pedro Fernández de Híjar, rico-hombre. Y en

Castilla: lo que dijo Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, Señor de Villena; y Don Gonzalo de Mena, obispo de Burgos; y Don Enrique Enríquez, y Don Juan Alfonso de Guzmán, y Remir Lorenzo, comendador de Calatrava; y Garci Alfonso de la Vega, Caballero de Toledo; y Juan Martínez de Villazan, alguacil mayor del Rey, y don Ferrán Gómez de Albornoz, comendador de Montalbán, y lo que dijeron dos halconeros, el uno del Rey Don Fernando de Portugal, que se llama Pero Menino, y el otro Juan Fernández Burriello, halconero del Rey Don Pedro; porque todos éstos supieron y saben mucho en este arte, e hicieron muchas curas de aves que son muy ciertas y muy probadas.

Luego, primeramente diré de los plumajes de los halcones y cuántas clases de plumajes hay en ellos; también dónde crían y nacen, y qué aspecto y plumas deben tener; y después diré cómo se deben curar cuando adolecen o son heridos de grullas, o de garzas o en cualquiera otra manera.

Me extenderé más en la práctica del halcón neblí y en su gobierno, porque, verdaderamente, ésta es la más noble y mejor de todas las aves de caza, y quien buen cuidado tuviese con el neblí, en todas las otras aves podrá tener buen cuidado.

Capítulo II

De los plumajes de los halcones y primeramente del halcón neblí
Halcones, entre cazadores, comúnmente, son llamados seis plumajes, o seis linajes de ellos, que es a saber: neblís, baharís, gerifaltes, sacres, bornís, alfaneques. De los tagarotes no hacen mención aparte porque se les considera como baharís, aunque en el plumaje haya diferencia entre el baharí sardo, o mallorquín, o de Romaña, con el baharí tagarote; sin embargo, en todas las condiciones son de una naturaleza, según más cumplidamente diré adelante en el capítulo que habla del halcón baharí.

Y debéis saber que en todas las tierras de cristianos, salvo en España, son llamados estos seis plumajes por sus nombres, porque al gerifalte llaman así por su nombre, gerifalte, pero no halcón, y al sacre dicen sacre; y al borní y al alfaneque llámanlos laneros. Y a todos éstos no los llaman halcones, antes dicen que son villanos, así como quien dice halcones bastardos o fornecinos.

Solamente al neblí y al baharí llaman halcones gentiles, porque tienen las manos grandes y los dedos delgados, y en sus talles son más gentiles, ya que tienen las cabezas más firmes y más pequeñas, y las alas en las puntas mejor sacadas, y las colas más cortas, y más esbeltos en las espaldas y más apercibidos y más bravos, y de mayor esfuerzo; y en sus alimentos son más delicados que los otros que dicho habemos. Y quieren ser alimentados de mejores viandas, y ser traídos siempre muy bien en la mano, por el gran orgullo que tienen, y no sosiegan mucho en la alcándara y son de muy gran corazón.

Los gerifaltes, y sacres, y bornís, y alfaneques son de otros talles y complexión en los cuerpos, y las colas más largas, y las cabezas grandes, y las manos más gruesas, y los dedos más cortos y más gruesos, y sufren mejor aunque les den más toscas viandas.

Cualquiera que sea el plumaje del ave, si le dieren buenas viandas y fuere bien traído siempre, lo hallarás en el su volar y cazar, y en estar más sano; pero unos halcones hay que soportan en su alimentación más toscas viandas que otros, porque si tú dieres la vianda con que el borní y el sacre se sustentan, al neblí, poco tiempo te servirías de él, ya que por su naturaleza es tan delicado, que luego se cargaría de dolencias y se perdería.

Y los halcones neblís en todas las tierras son llamados gentiles, que quiere decir hijosdalgo, y en Castilla y en Portugal son llamados neblís, pero al comienzo fueron llamados nebis y con el tiempo corrompióse este vocablo y llámanlos neblís.

Y en Aragón y en Cataluña llámanlos peregrinos, por comparación de los peregrinos y romeros que andan por todas las tierras y por todo el mundo, que así son los halcones gentiles, o neblís o peregrinos, que todo el mundo andan y atraviesan con su volar, partiendo de la tierra donde nacieron.

Pero en Francia, y en Alemania, e Italia llaman halcones peregrinos a unos halcones neblís que algunas veces se hallan y capturan; tienen ya las tijeras tan largas como los cuchillos mayores, y sobrepasándolos, lo que comúnmente no tienen los halcones; y cuando tales halcones peregrinos son capturados, précianlos mucho porque salen muy buenos.

Debéis saber que los halcones neblís se crían y nacen en Alemania del Norte, en una comarca que es llamada Suecia; también en Noruega y en Prusia. Allí los compran los mercaderes y los traen a las comarcas de Alemania, cuando vienen a Flandes, y traénlos a Brujas, y de aquí los llevan a todas las tierras: a París, a Bretaña, y a Hainaut e Inglaterra; y traen algunos a España, para los reyes y señores que se lo encomiendan a los mercaderes cuando van allá a Brujas.

Y estos halcones así traídos por los mercaderes son muy peligrosos de adquirir, porque vienen cargados de agua, y de malos humores, a causa del alimento de malas viandas que les dieron. Por no hacer gran dispendio y gastos con ellos, suelen darles carne de vaca y de oveja; pero generalmente, los más les dan perros, y aun dicen que la carne más liviana que hallan para ellos es la de perro; mas estos halcones así alimentados están en gran peligro, porque cuando los toman los señores y cazadores que los compran, y los tornan a las buenas viandas, mueren muchos; unos, de lombrices o gusanos y agua vidriada, y otros, tuberculosos.

Esto sucede porque con la buena vianda que después comen, muévenseles los humores malos que habían adquirido con las malas viandas y vienen a resolvérseles en dolencias mortales.

Los tales halcones, de que dicho habemos, son duros de educar, por cuanto son capturados muy cerca de donde se criaron y nacieron, y aun algunos de ellos en los nidos, y no saben mucho de cazar, porque muy poco tiempo se cebaron por sí; pero los que se salvan y se domestican, salen muy buenos y muy seguros.

También hay halcones neblís que se crían en el Condado de Saboya, en las montañas que limitan el dicho Condado de Saboya con la tierra del Señor de Milán; suelen tomarlos en los nidos, por esto no salen tan buenos, y cuando los mercaderes los tienen en venta, entre los otros halcones, luego se conocerán porque, tan pronto como se ilumine el lugar para que el comprador vea los halcones en sus alcándaras, luego, los halcones tomados de los nidos, gritan y chillan, espelúzanse y alzan las alas y exhiben y muestran su pequeño esfuerzo.

Tómanse muchos halcones neblís bravos en muchas partes del mundo, y en muchos reinos, y vienen de la tierra y comarca donde se crían y nacen, con el paso de las aves: sisones, palomas y otras aves de paso. Estos halcones, así venidos, unos suelen capturarse muy jóvenes, en los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre; los que se capturan en adelante hasta comienzo de febrero, son más adultos para domesticarlos, y llaman en Francia a estos halcones tardíos, halcones de rapela, y salen muy buenos, porque saben ya cazar muy bien, y traen todo el plumaje deslanado por las aguas, ya que han dormido mucho tiempo fuera del nido. Traen la cola toda rozada en la punta de las plumas, del estribar que hacen sobre ella cuando toman las presas y se ceban en el campo; estímanlos mucho los cazadores, porque en tales halcones como éstos no hay otro trabajo sino tranquilizarlos y hacerlos señoleros, que cuanto al cazar, ellos lo saben ya.

A los halcones primeros que dijimos, tomados tan jóvenes, llámanlos en Francia halcones presos sobre el país, y en Castilla, a todos los halcones tomados así -de cualquier plumaje que sean- llámanlos halcones zahareños o arábigos.

En cuanto a Castilla, los mejores neblís que se capturan son los de las rocinas, y en tierra de Sevilla; y también son muy buenos en Portugal los que se toman en el campo de Santarem. Todos estos halcones salen muy buenos, porque se apresan muy lejos de la tierra donde nacen, ya que, según todos piensan, vienen de Noruega y Prusia y Suecia y del confín de Alemania del Norte, donde se criaron y nacieron, y vinieron con el paso de las aves, porque en España no existe nadie que haya hallado nido de halcón neblí. Son muy buenos, también, estos halcones capturados en las rocinas y cerca de las marismas, por cuanto se ceban, a diario, de aves de ribera como abocastas y ánades y garzotas y otras ralcas que son buenas, pero que -además- el halcón neblí, por su naturaleza, tiene que cazarlas.

En Castilla se aprehenden otros halcones neblís, en los pinares de Olmedo y lugares comarcanos, pero éstos no salen tan ciertos ni tan seguros como los que decimos que se toman en las rocinas, porque estos halcones tomados en los pinares son más bulliciosos, ya que siempre se ceban en palomas y cornejas y sisones, que son raleas peligrosas: lo uno, porque hay muchas, y lo otro, porque el halcón se va muy lejos, perdiéndose con la presa, y si la alcanza, cébase, y lo pierde muy pronto el cazador.

En muchos reinos y comarcas se apresan halcones neblís bravos y los de una comarca salen mejores que los de las otras. Pero tan noble es el halcón neblí, y de tan buen esfuerzo, que si con él trabajares, siempre lo hará bien, teniendo en cuenta que el plumaje bueno, el ser capturado en buena comarca y en buen tiempo, el tener buen cazador, de gran paciencia, y buenas viandas, mucho favorece al neblí, y lo contrario no hay duda que lo daña.

Debéis saber que el halcón pocas veces acaece al hombre que pueda escogerlo, porque no hay en esta tierra tantos, y cuando uno lo encuentra toma lo que halla; pero si sucediere que lo hayáis de escoger, cuando vayáis a los lugares en que los mercaderes los tienen para vender, o si los rederos que los apresan tuviesen dos o tres de ellos, es preciso conocer sus plumajes por que escojáis lo mejor.

Hay halcones neblís que tienen lo blanco albísimo y abundante, y lo demás como gris; son llamados en Francia halcones de dames, que quiere decir, halcones de dueñas; y son muy hermosos, muy mansos de educar y de muy buen talante. Tienen el plumaje muy bueno y no tan brozno como los otros plumajes y aun tienen las colas más largas y salen buenos garceros. A estos halcones, en Castilla, llaman los halconeros y cazadores, doncellas; y en Francia blanchantes.

Hay otros halcones neblís, cuyo plumaje es rubio y el pico grueso; son de grandes cuerpos y salen muy buenos altaneros y garceros.

Otros halcones tienen su plumaje pardo y la cabeza pintada y el pico orlado de amarillo y son halcones corpulentos, de buena complexión y muy emplumados; llámanlos en Castilla coronados, y si lo hallares, trabaja con él, no te duela el tiempo que con él afanares.

Otros halcones neblís hay, que en su plumaje tienen una pinta menuda, delgada, ancha y amarillenta. A éstos llaman en Castilla zorzaleños, que quieren decir halcones pintados como zorzales, y generalmente son halcones menudos, muy bulliciosos y van mucho a las presas y a las palomas; son de poco sosiego. A los tales, cárgalos de cascabeles hasta que vayan sosegándose, pues de éstos suelen salir buenos altaneros.

Otros halcones hay con el plumaje negruzco; son llamados roqueces y son duros de educar, pero acaban por someterse y salen muy buenos altaneros y garceros y grueros: guárdate de irritarlos, porque fácilmente se enojan.

Después que por el plumaje, según he dicho, hubieres observado tu halcón, le mirarás las proporciones de esta manera: que tenga las espaldas descargadas y buen pecho, y de mucha carne en el cuerpo y en las cujas; el zanco grueso y corto, las manos grandes y los dedos delgados y largos, las ventanas bien abiertas, que tenga unas pocas plumas que le salgan por encima de los hombrillos de cada parte, porque pocos halcones las tienen; que sea bien emplumado en la cola; que tenga gran estropajo de pluma y la pluma dura y cuanto más bravo y más esquivo fuese al comienzo, tanta más confianza ten en él.

También el torzuelo neblí, si lo hallares de buen plumaje, trabaja con él, pues salen muy buenos altaneros.

Son muy buena compañía el torzuelo neblí y el torzuelo borni, porque el neblí torzuelo es muy ligero, y sube muy alto, y el borní síguelo y sube con él, y se sosiega el neblí con el borní, porque el borní no sabe ir a la ralea. Sed ciertos que hacen muy hermosa volería los dos, y yo vi un neblí torzuelo muy buen garcero al Señor de la Ribera, camarero mayor del Rey de Francia.

Capítulo III

Del halcón baharí y tagarote
Algunos creerán que no es razonable hablar antes del halcón baharí que del halcón gerifalte, por cuanto los gerifaltes son muy grandes halcones, de muy gran parecer y estímanlos mucho los señores: los que salen buenos son muy maravillosos garceros y grueros; pero no es de maravillar, porque según dije en el comienzo de este libro, hablando de los plumajes de los halcones, el halcón baharí es llamado gentil en todas las tierras, salvo en España, según sus condiciones y complexión y manos y dedos y valentía, en todo lo cual se parece al halcón neblí; cosa que no tienen los halcones gerifaltes, porque quien bien mire y considere el halcón gerifalte, hallará que se parece a un gran borní.

Además, según arriba dijimos, es villano por tener las manos gruesas y los dedos cortos; no hay duda de que los gerifaltes, después de educados, son muy buenos halcones, pero al comienzo son difíciles de amaestrar, porque de su naturaleza son cobardes, lo que no ocurre a los baharís, que son valientes y dispuestos por naturaleza; por ello hablaré aquí del halcón baharí.

Habéis de saber que los halcones baharís se crían, los más de ellos, en la Isla de Cerdeña, y son llamados sardos; otros baharís se crían en la Isla de Mallorca, y son mejores; y otros se crían en Romaña, y son halcones granados y muy buenos. Todos éstos son muy buenos halcones para grueros, por cuanto son muy rabiosos y caninos y trabadores.

Los halcones tagarotes, que son contados por baharís, se crían allende la mar, en África.

De todos los halcones baharís, pocos son altaneros, porque por la gran hambre que muestran no se mantienen en lo alto, sino que en cuanto ven las ánades aguadas, luego se posan, y quieren pescar y toda su ligereza es a ras de tierra; sin embargo, algunos salen muy buenos altaneros.

Yo vi al Rey Don Pedro un halcón baharí mallorquín, al que llamaba Doncella, y traíalo un su halconero que decían Alfonso Méndez; era muy buen garcero y en la ribera subía más alto que cualquier neblí de cuantos el rey tenía que eran, cuando yo vi esto, bien cuarenta neblís altaneros, sin contar los garceros, grueros (pues tenía seis lances de neblís y baharís para grullas), y sin contar gerifaltes y sacres.

Los baharís son muy buenos grueros de aventaja.

Vi también un baharí sardo al Rey Don Pedro -traíalo su halconero Ruy González de Illescas, comendador de Santiago- que sin ayuda de otro halcón derribaba grulla, cigüeña negra, ánsar brava y cisne y los retenía hasta que llegaba el galgo.

Los halcones baharís y tagarotes son buenos grueros y ayudantes; yo vi al Rey Don Pedro un tagarote que traía un su halconero que decían Juan Criado, y llamaban al halcón Botafuego y sin ayuda de otro mataba la grulla y no era muy grande.

Además, todos los baharís, así sardos como mallorquines, y de Romaña y tagarotes, son muy buenos perdigueros porque su ligereza se muestra más a poca altura aproximando el pecho al suelo, con estilo muy hermoso, y vuelan, por tanto, bien el alcaraván.

Son los baharís halcones muy seguros, y no van a las raleas como los neblís, y sus plumajes son de esta manera: los baharís sardos son oscuros comúnmente y los mallorquines y de Romaña son más rubios y más granados, de mayores espaldas y más valientes; los tagarotes son muy diferentes en el color y en el talle porque son halcones pequeñísimos, tanto, que no hay otro plumaje que lo tenga semejante, y son amarillentos como dije en el capítulo del neblí.

A todos estos baharís, llámanlos en Francia halcones gentiles: y dicen halcón gentil de Cerdeña, o halcón gentil de Romaña y, por el tagarote, halcón gentil tagarote; y en Aragón llaman a todos halcones baharís, monterís.

Observarás que su factura sea como la del halcón neblí: que tenga derribadas las espaldas, mucha carne, gran cuja, buen zanco y gran mano y los dedos largos y delgados y grandes ventanas nasales.

Capítulo IV

Del halcón gerifalte
Los gerifaltes son halcones que tienen el cuerpo más grande que ningún otro halcón, y se crían en Noruega y en aquellas partes donde dijimos se crían los halcones neblís y no se hallan en ninguna otra tierra.

Los traen a Flandes cuando traen los neblís. Los gerifaltes son muy duros de educar; además, pocos de ellos escapan de ser gotosos, o ciegos, o de poca vista, o cobardes y de flaco corazón. Se debe tener cuidado con los gerifaltes al comienzo de ponerles el capirote porque son, de todos los halcones, los que peor lo toman y si no se tiene buen tiento en ello al principio, toman tan gran enojo con el capirote, que no lo quieren consentir, y con la porfía del que se lo quiere poner, vienen a asustarse.

Los plumajes de los gerifaltes son éstos:

Unos hay que son llamados blancos, en manera que tienen muy poco de lo gris, y éstos son finos de Noruega; son muy preciados de los grandes señores por su hermosura, y salen muy buenos garceros.

Yo vi un gerifalte que fue regalado al Rey Don Carlos, padre de este Rey Don Carlos que ahora reina en Francia; capturado en la isla de Layron, que está cerca de la Rochela, fue cogido salvaje, que es maravilla, porque yo nunca oí decir que se capture gerifalte zahareño en estas tierras; era este gerifalte tan blanco como una paloma blanca, salvo que tenía unas plumas oscuras al través, en las cujas. Por su grandeza, y cabeza, y manos, y talle se reconoció por gerifalte; y no se preocuparon de que fuese garcero, ni volase presa, salvo tenerlo así, por maravilla, porque el rey lo preciaba mucho.

También hay gerifaltes que son llamados letrados, porque tienen lo blanco muy blanco y el resto muy oscuro, y bien comparado todo; parece como libro escrito de letras gruesas, y por esta comparación los llaman letrados, y salen de ellos muy buenos.

También hay gerifaltes llamados grises, porque lo que tienen negro es como una pequeña grisa; tienen hermoso plumaje, y salen buenos y muy ligeros.

Además hay halcones gerifaltes que son oscuros y son llamados roqueces; son de gran esfuerzo, pero son feos.

De estos así, prietos, vi uno a mosén Bureau, Señor de la Ribera, camarero mayor del rey de Francia; habíaselo enviado como presente el gran maestro de Pruza, que era tan roqués y prieto, que apenas se divisaba lo blanco y era el mejor garcero del mundo.

Debéis saber que el gerifalte que se da bien, mata mucho más ligero y mejor la garza, o grulla, o la presa a que fuere lanzado, que ningún otro halcón: mata la garza muy alta; al subir no hace tantos giros como el neblí, y va más derecho en sus vuelos y, aunque por su corpulencia, arranque pesado, desde que comienza a cabalgar en el aire siempre cobra mejor ligereza.

Debéis hacer que el gerifalte, en el comienzo, mate liebre, porque, por un lado, pierde las cosquillas que tiene en las manos, ya que de su naturaleza son cosquillosos, y, por otro, cobra ligereza y sabe contener el resuello en el trabajar que hace con la liebre, y en el alzar y venir a ella.

Es, también, muy bueno al gerifalte hacerle volar la perdiz, por cuanto ésta vuela largo trecho y saca mucho espacio al halcón y a cualquier ave que la siga.

También es bueno al gerifalte volar la lechuza, porque sube mucho y porfía, y le sirve como traína de garza para en adelante.

Y una vez que a estas cosas hubiere volado el gerifalte algún tiempo y adquirido ligereza, podrás hacerlo garcero dándole sus traínas, o echándolo con otro maestro, cuando la garza se le rinda; algunos hay que son de buen esfuerzo y de buen talante y la matan por su voluntad.

Es bien traer a los gerifaltes siempre en la mano, porque como son pesados, si se caen de la alcándara podrían peligrar; y cada vez que le quitas el capirote quiere ser halagado con el roedero y que se le haga placer.

Cuando quisieres escoger el gerifalte, lo primero que harás será mirarlo por los pies; y si tiene clavos en ellos o los tiene hinchados, que es comienzo de ello; y también obsérvalo por la vista, aunque es difícil de mirar, porque tendrán los ojos claros y son escasos de vista; pero míralo mostrándole el roedero, u otra cosa, por ver si es apercibido de vista; y por las proporciones, cata que sea bien derribado de espaldas, y no sea corcovado, y que sea de buena carne y de buena cuja, y buen zanco, y buenas ventanas, y buenas manos, y los dedos cortos y gruesos, al contrario del neblí, y que no sea cabezuelo. El torzuelo gerifalte es muy bueno, sale buen gracero, y es muy ligero, mas es sañudo, y muy delicado y melancólico, y necesita hombre pacienzudo.

Capítulo V

Del halcón sacre
Los sacres son halcones grandes de cuerpo; tienen las colas largas, y se crían en Noruega y en aquellos lugares donde dijimos que se crían los neblís y gerifaltes, y con ellos los traen los mercaderes. Hay también halcones sacres que se crían en Romana y son muy buenos.

De los sacres hay los mismos plumajes que en los otros halcones, porque unos son rubios, otros más oscuros y más aún blancos, y de todos salen buenos. Tienen los sacres en su plumaje lo que no tienen otros halcones; que por muchas veces que el halcón sacre mude, se queda tal como era antes y no muda el color de las plumas, como hacen todos los otros halcones; salvo que no queda el plumaje tan brozno como cuando era pollo y hácenseles unas orladuras en derredor de las plumas que bastante poco se divisan.

Pero yo vi un halcón sacre, que era de los de Romaña; fue mío y se lo di a Don Álvar Pérez de Guzmán, y a las cuatro mudas hizo los cuchillos mayores de cada ala, tan blancos todos como una paloma blanca, y todas las plumas en derredor del cuello grandes y pequeñas, y una péñola de la cola; perdióse y creo que, si no se perdiera, y hubiera podido mudar otra vez, habría tenido más plumas blancas, hasta que por el tiempo fuera todo blanco, porque muchas plumas, grandes y pequeñas, tenía ya pintadas de blanco.

Con los sacres ocurre lo que con los neblís; que los que toman bravos por las tierras, que son llamados zahareños, son los mejores, aunque hay en ellos alguna dificultad en educarlos, y salen de ellos muy buenos garceros y grueros y para toda cosa buenos; son, también, buenos perdigueros, y buenos lebreros, pero no entran en la liebre, salvo los que son tomados zahareños, como dicho habemos, y matan bien lechuza y alcaraván; vuelan mejor con viento y prepáranse mejor a él que otros halcones ningunos.

Los torzuelos sacres son también muy buenos y yo vi al Rey Don Pedro uno que fue del Rey Don Alfonso, su padre; traíalo Ruy González de Illescas, comendador, y era muy orgulloso garcero.

Han menester los halcones sacres buen tiento y quieren siempre andar bien alimentados, porque muy de ligero se conturban; y a los halcones sacres no les ponen en la ribera, porque son halcones pesados para remontar; en Brabante y en Francia vuelan con ellos en la ribera, mas no son de altanería, aunque los torzuelos son mejores para ello.

Cuando lo examinares, fíjate en que sea descargado de las espaldas, y de buena carne, y buena cuja, y buen zanco, y los dedos cortos y gruesos, y la cola la más corta que pudiere ser, y las puntas de las alas, largas, y buenas ventanas nasales bien abiertas, y no lo olvides en la alcándara, porque se hacen truhanes y algunos embravecen; la buena mano del cazador es la mejor alcándara que cualquier halcón puede tener.

Capítulo VI

Del halcón borní
Halcones bornís se crían en muchos lugares: críanse en la alta Alemania y en Noruega, y en aquellos lugares donde se crían los neblís, gerifaltes y sacres; y en todas las tierras, salvo en España, son llamados laneros. Los que traen de Alemania son buenos y seguros y grandes de cuerpos. Otros bornís se crían en tierra de Saboya y de Lyon del Ródano, que está entre el Imperio y Francia, y son muy buenos; otros se crían en Castilla, en Álava, en Guipúzcoa y en Vizcaya; en Losa de Asturias de Santillana y Asturias de Oviedo; en Galicia y en Santiago de Montizón; y de éstos, son muy buenos los de Galicia, que son roqueces.

En Asturias de Santillana hay una muda que llaman tagre, y tienen plumas entre los dedos; de estos tagres vi al Rey Don Pedro un torzuelo que fuera de Garcilaso de la Vega, que llamaban Pristalejo, y era buen altanero, de manera que, sin compañía, mataba dos pares de ánades mayores tan bien como un neblí. Vi también en las Asturias de Oviedo, un halcón borní torzuelo al Obispo de León, Don Diego Ramírez de Guzmán, y diolo al Rey Don Pedro y era buen garcero.

Pero de todos los bornís, los que llaman provinciales en Castilla y en Francia son llamados laneros de Crau, son los mejores; tómanlos de paso, después de San Juan hasta San Miguel, en el Crau de Arlés que está en Provenza; tómanlos también en la playa de Lunel, y en Florencia y en derredor de aquella comarca que está en Languedoc, que es señorío del Rey de Francia, y todos son llamados de Crau; son muy buenos y ligeros y cada año prueban mejor. Son buenos para perdiz, liebre, lechuza, alcaraván, doral, garza.

Los torzuelos que son llamados laneros, précianlos mucho en toda Francia para la ribera, y no se cuidan de otros, salvo que sean de Crau; salen muy buenos altaneros, y hacen muy buena compañía a los neblís, y éstos sosiegan mucho con ellos, porque todo el día andan sobre el agua y no se parten de allí ni van a raleas. Echados primero que los neblís, porque si hay algunas raleas, huyen y ellos no las siguen. También sosiegan a los ánades y cuando el neblí es echado, hallará la ribera limpia y vuela más seguro, porque no hay raleas a las que vaya. Al comienzo son graves y duros de hacer altaneros, porque no es su naturaleza y pronto se posan, pero acostumbrándose cada día con los neblís, edúcanse y quieren andar en buena carne.

Lo primero, debéis obligarlos a que vuelen picazas, porque de allí se acostumbran a andar alto y a sostenerse y atender a su maestro y a la presa; después que algunos días volaren así por las picazas, los echarás con el neblí en la ribera, y aunque se pose, no te enojes, porque usando de cada día a volar con el neblí, él tornará a guardarlo. Cuando fuere hecho altanero, dale siempre a roer ánade, porque se debe alimentar de otra manera que el neblí, ya que el borní es altanero contra su naturaleza y no sabe remontar sin darle a roer como hace el neblí. Has de levantarle a su mejoría y que esté cerca cuando le levantares, porque no puede de lejos alcanzar así como el neblí; quieren traerse en la mano, y cuando son dos hacen buena compañía. En Francia, cualquier señor, aunque tenga muchos, siempre tendrá una copla de estos bornís, que son dos, y toman siempre los más granados. Yo vi en París una copla de ellos, que son dos torzuelos volantes, valer cien francos de oro, y volaban por todas las marismas que hallaban y son muy placenteros.

Los bornís, los hay blancos, rubios y roqueces, y de todos salen buenos; procurarás que sus proporciones sean así:

Bien descargados en las espaldas -y no sean corcovados, ni estrechos de hombros-,y sean de buena carne, y no piernilargos, y tengan buen zanco, buena cuja, gran mano, y los dedos cortos y gruesos; la cabeza llana y el ojo enconado; buen pico, la cola corta, buenas fosas nasales, y buen estropajo de cola. Y aunque dicen que el borní con cualquier vianda pasa, si tú le dieres buena gallina, o buena vianda, se lo verás en el volar. Si son zahareños, valen más y quieren ser traídos en la mano.

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